sábado, 5 de septiembre de 2009

¿ Existe la compasión en el camino neocatecumenal 1ª parte ?

Recientemente hemos vuelto de las vacaciones, durante este periodo hemos estado en contacto con otros ex miembros y hemos intercambiado experiencias, que ya iremos añadiendo al blog.

Estas vacaciones hemos estado con un ex miembro del camino llamado pedro, durante nuestra conversación me estaba contando una serie de cosas pero me llamó mucho la atención cuando me hablaba de un escrito de Jose A. Pagola el cual increíblemente coincidía con lo que está pasando en el camino.

Pues bien, le pedí que lo que me decía me lo pusiera por escrito, y así ha sido, ha tenido el detalle de mandarnos este escrito en 4 partes.


Hoy publicamos la 1ª de ellas, espero que os guste...



El objetivo de mi exposición es presentar a Jesús de Nazaret como testigo e impulsor de una manera nueva de entender y de vivir la experiencia de Dios, la convivencia humana y, en definitiva, la construcción del mundo. Para entender correctamente lo que voy a decir y para evitar desde el comienzo lecturas poco exactas o inapropiadas de Jesús de su actuación y significado, me parece oportuno hacer algunas observaciones, también veremos como el Camino Neocatecumenal sin querer se está alejando de las enseñanzas verdaderas de Jesús y se está volviendo un grupo sectario, y discriminatorio.


Introducción



En la sociedad judía del siglo primero y, más en concreto, en la Galilea de los años treinta, no se conoce propiamente una separación entre los diversos aspectos de la vida que hoy nosotros diferenciamos con toda espontaneidad: lo religioso, lo político, lo económico. No existe siquiera el concepto de «religión». Todo se entremezcla y se implica. Lo que hoy llamamos «dimensión religiosa» está presente en todo legitimando, orientando e impulsando una determinada manera de entender la vida y de organizar la convivencia. Desde esta perspectiva es anacrónico considerar a Jesús como el fundador de una nueva religión. Es más exacto ver en él un hombre que, desde una experiencia nueva de Dios pone en marcha una compresión y un movimiento renovador de la vida, esta esencia que Jesús nos quiso dar, existía al principo en el Camino, pero posteriormente se ha ido disipando y derivando en un seudo sectarismo que busca ante todo la Ley olvidándose de la esencia, yo pienso que sin querer han perdido el Espíritu y como no saben que hacer se han refugidado en un mundo de leyes y normas, con lo que sin querer o queriendo se están cada vez alejando más de la Iglesia, que es la verdadera poseedora del Espíritu de Dios.


Jesús no es un escriba judío ni un sacerdote del Templo, aunque podría haber sido, tampoco es un fundador de un camino, ni un itinerante. Lo suyo no es enseñar una doctrina religiosa ni explicar la ley de Dios ni teorizar sobre la divinidad, por eso distinguimos claramente que el camino se está alejando, porque si lo observáis de corazón veréis que en el se legaliza todo y se normaliza, perdiendo ese espíritu de Jesús.


Propiamente, Jesús no enseña una doctrina para que sus discípulos la aprendan correctamente y la cumplan. Jesús anuncia un acontecimiento que pide ser

escuchado y atendido pues lo puede transformar todo. Él lo está ya experimentando e invita a todos a compartir su experiencia: Dios está tratando de introducirse en la historia humana, con sencilléz y humildad, sin normas ni leyes que cumplir simplemente con una, "AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Y AL PRÓJIMO COMO A TI MISMO, PUES, QUIEN NO PUEDE AMAR AL PRÓJIMO QUE LO VÉ NO PUEDE AMAR A DIOS".



Es lo mejor que nos podía suceder. «El reino de Dios está cerca. Cambiad de manera de pensar y creed en esta Buena Noticia» (Mc 1, 15). Todos los investigadores piensan hoy que esto que Jesús llama «reino de Dios»

(malkutá d'alaha) es el corazón de su mensaje, la pasión que animó toda su vida, la razón por la que fue ejecutado. Y, naturalmente, este «reino de Dios» no es una religión. Va más allá de las creencias, los preceptos y ritos de cualquier religión.



Es una experiencia nueva de Dios que lo resitúa todo de manera diferente. Si de Jesús nace una nueva religión, como de hecho sucedió, tendrá que ser una religión al servicio del proyecto de Jesús para el mundo.


Lo sorprendente es que Jesús nunca explica en qué consiste el reino de Dios. Lo que hace es sugerir, con un lenguaje poético, cómo actúa Dios y cómo sería el mundo si hubiera gente que actuara como él. Podemos decir que «reino de Dios» es la vida tal como la quiere construir Dios. ¿Cómo sería la vida si en Roma reinara Dios y no Tiberio? ¿Cómo sería la vida en Galilea si en Tiberiades reinara Dios y no Antipas? ¿Cómo sería la vida en el pueblo judío si el Templo de Jerusalén estuviera regido por Dios y no por Caifás? El «reino de Dios»: esto es lo primero y absoluto para Jesús, lo que relativiza y sitúa en su verdadero lugar todo lo demás: leyes, tradiciones, cultos y culturas. Podemos decir que Jesús sólo buscaba una cosa: que hubiera en la tierra hombres y mujeres que comenzaran a actuar como actúa Dios. Era su obsesión: ¿cómo sería la vida si la gente se pareciera más a Dios? ¿Cómo se trasformaría el mundo si los sacerdotes de Jerusalén, los escribas de la Ley, los terratenientes de Galilea, los legados de Roma actuaran como quiere Dios.


Para hablar de todo esto, Jesús escogió como símbolo central de todo su mensaje y actuación un término político que no podía suscitar sino expectación y fuerte recelo: ¿Qué estaba sugiriendo Jesús al hablar de «imperio de Dios»? El término «basileia» que emplean invariablemente las fuentes cristianas para traducir «reino de Dios» sólo se empleaba en los años treinta para hablar del «imperio de Roma». Era el César de Roma el que, con sus legiones, establecía la «pax romana» e imponía su justicia al mundo entero, sometiendo a los pueblos a su imperio. Él proporcionaba bienestar y seguridad, exigiendo a cambio de su protección como «benefactor» una implacable tributación a los pueblos subyugados. ¿Qué pretendía ahora Jesús al invitar a todos a «entrar en el Imperio de Dios» que, a diferencia de Tiberio, no quería poder, riqueza y honor, sino justicia y compasión precisamente para los últimos, los más excluidos y humillados. Evidentemente era claro que para «entrar» en el Imperio de Dios había que «salirse» del imperio de Roma. Voy a señalar sólo cuatro puntos básicos de los que se derivan consecuencias diversas:



1. La compasión como principio de actuación


La investigación sobre Jesús llega a una conclusión bastante generalizada. Jesús de Nazaret ha sido un hombre, tal vez el único, que ha vivido y comunicado una experiencia sana de Dios, sin desfigurarla con los miedos, ambiciones y fantasmas que, de ordinario, proyectan las diversas religiones sobre la divinidad.


Jesús no habla nunca de un Dios «indiferente» o lejano, descomprometido de la vida de los humanos o interesado sólo por su honor, su gloria o sus derechos. En el centro de su experiencia no encontramos la imagen de un Dios «legislador» intentando gobernar el mundo por medio de leyes y mandatos, al tiempo que amenaza a sus criaturas con castigos terribles como la expulsión de la comunidad o la prohibición de que el resto de los hermanos le hablen, o trata de seducirlas con premios maravillosos, como la itinerancia o cargos en la comunidad. Tampoco experimenta a Dios como un ser «justiciero» irritado o airado ante nuestros pecados. Para Jesús, Dios es compasión; «entrañas», diría él, «rahamim». Es su imagen preferida. La compasión es el modo de ser de Dios, su primera reacción ante sus hijos e hijas, su principio de actuación. Dios siente hacia sus criaturas lo que una madre siente hacia el hijo que lleva en su vientre. Dios nos lleva en sus entrañas. Las parábolas más bellas y conmovedoras que salieron nunca de labios de Jesús y sin duda las que más trabajó en su corazón fueron las que narró para hacer intuir a todos la increíble misericordia de Dios.


Esta experiencia de un Dios compasivo fue el punto de partida de toda la actuación revolucionaria de Jesús y le condujo a introducir en la historia un nuevo principio de actuación: la compasión. La ordenación religiosa y sociopolítica del pueblo judío arrancaba de una exigencia radical formulada así: «Sed santos porque yo, el Señor, vuestro Dios soy santo». El pueblo debía imitar al Dios Santo del Templo que rechaza a los paganos, los pecadores e impuros,como actualmente está pansado en las comunidades que rechazan a los drogadictos, a los separados, a los homoxesuales, etc., y bendice al pueblo elegido, a los justos, a los puros, a los catecúmenos que cumplen ciegamente lo que dice su catequista. Esta imitación de la santidad de Dios, entendida como separación de lo «no – santo», lo «impuro», lo pecador, generaba una sociedad discriminatoria y excluyente, que es en lo que se están convirtiendo las comunidades.


El pueblo judio busca su propia identidad excluyendo a las naciones paganas e impuras, como están haciendo las comunidades excluyendo a todos los que no opinan como ellos, o son como ellos quieren que sean. Los sacerdotes del Templo gozan de un rango de pureza superior al resto del pueblo, al igual que los itinerantes y altos cargos de las comunidades, que han de tener los mejores lugares en las celebraciones. Los observantes de la Ley disfrutan de la bendición de Dios, como los miembros de las comunidades que cumplen ciegamente lo que dice el catequista de turno, mientras los pecadores (drogadictos, separados, homoxesuales, o cualquier otro que piense diferente a ellos) son objeto de su ira. Los varones pertenecen a un nivel superior de santidad sobre las mujeres sospechosas siempre de impureza por su menstruación y los partos, como cada vez se está haciendo más en las comunidades, . Los sanos están más cerca de Dios que los leprosos, los ciegos o tullidos que son impuros excluidos del acceso al Templo, al igual que los drogadictos, porque contaminan su cuerpo, los separados o divorciados, por malos tratos, porque no son capaces de soportar que sus maridos o mujeres les peguen, los homoxesuales, porque según ellos son una aberración que tiene cura, y todos los demás que los critican o que no piensan como ellos porque lo que hacen es perseguirlos y se hijos del demonio.



Jesús introduce en medio de esta sociedad una alternativa que lo transforma todo: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». Es la compasión de Dios y no la santidad el principio o el «ethos» que ha de inspirar la actuación humana. Jesús no niega la santidad de Dios, pero lo que cualifica esa santidad no es la separación de lo impuro, el rechazo de lo no santo. Dios es santo y grande no porque rechaza y excluye a los paganos, pecadores, divorciados, separados, homoxesuales o impuros, sino porque ama sin excluir a nadie de su compasión. Por eso, la compasión no es, para Jesús, una virtud más, sino la única manera de ser como Dios. El único modo de mirar el mundo, de sentir a las personas y de reaccionar ante el ser humano de manera sana, como Dios. Esta compasión no es un mero sentimiento sino un principio de acción que desafía los esquemas de actuación convencionales. Consiste en interiorizar y hacer nuestro el sufrimiento del otro para reaccionar y hacer por él todo lo que podamos. Jesús lo sugirió de manera provocativa en la parábola del buen samaritano. Jesús habla de un hombre asaltado y abandonado medio muerto en la cuneta de un camino solitario, uno que puede ser cualquier miembro de la iglesia y que además es homoxesual en la actualidad. Afortunadamente, por el camino aparecen dos viajeros: un sacerdote y un levita, que podemos decir que eran dos miembros del camino, un itinerante y un responsable de una comunidad. Vienen del templo, después de realizar su servicio cultual, es decir vienen de la iglesia despues de celebrar la eucaristía y de dar un anuncio. El herido los ve llegar esperanzado: son de su propio pueblo, de su parroquia, los conoce los ve por allí, en la sacristía, los ha visto llegar muchas veces antes de la eucaristía los sábados; representan al Dios del Templo; sin duda, tendrán compasión. No es así. Los dos «dieron un rodeo» y pasaron de largo, porque era impuro, era pecador. Por el camino aparece un tercer viajero. No es sacerdote ni levita. Ni siquiera pertenece al pueblo elegido. Es un odiado samaritano, o mejor dicho, es un ex miembro del camino que ha dejado las comunidades al ver con dolor en lo que se están convirtiendo, miembro de un pueblo enemigo. El herido lo ve llegar atemorizado, porque los miembros de su antigua comunidad se han encargado en correr la voz de que es una mala persona, es un pecador que ha sido engañado por el demonio, porque ya no está deacuerdo con lo que dicen los catequistas, porque ese hermano se ha dado cuenta que lo que predican los catequistas va en contra de la Ley de Diós. Se puede esperar lo peor. Sin embargo, el samaritano «tuvo compasión», se acercó al herido e hizo por él todo lo que pudo hasta salvarlo. La sorpresa de los oyentes no podía ser mayor. La parábola rompía todos sus esquemas y clasificaciones entre amigos y enemigos, entre pueblo elegido y gentes extrañas e impuras. ¿Será verdad que la compasión nos puede llegar, no del Templo ni de los canales religiosos oficiales, como los itinerantes o los catequistas, sino de un enemigo proverbial, como un ex miembro del camino? Jesús miraba la vida desde la cuneta, con los ojos de las víctimas necesitadas de ayuda, encarnado en ese pobre chico que le han pegado una paliza un grupo de skin por ser homosexual.



No había dudad, Para Jesús, la mejor metáfora de Dios era la compasión con los heridos. Y la única manera de ser como Dios y actuar de manera humana era actuar como aquel samaritano. La parábola de Jesús introducía un vuelco total.


Los representantes del Templo, es decir los itinerantes y catequistas, pasan de largo junto al herido, porque no lo consideran puro, sino impuro y pecador indigno de su atención. El odiado enemigo es el salvador. Con la compasión caen las barreras. Hasta un enemigo tradicional, renegado por todos, puede ser canal de la compasión de Dios. ¿Habrá que olvidar prejuicios y enemistades seculares, los odios y sectarismos, que se se hacen en el camino ? ¿Habrá que reordenarlo todo desde la compasión, ? ¿Habrá que revisar el Camino neocatecumenal y buscar donde se han alejado de Dios ?



Una última parábola en la que no es fácil llegar hasta el relato original de Jesús, nos permite captar la revolución que introduce en la historia. La parábola es en realidad una descripción grandiosa del juicio de todas las naciones. Allí están gentes de todas las razas y pueblos, de todas las culturas y religiones, pecadores y santos, generaciones de todos los tiempos. Se va a escuchar el veredicto final que lo esclarecerá todo. Dos grupos van emergiendo de aquella muchedumbre. Unos son llamados a recibir la bendición de Dios para heredar su reino; a otros se les invita a apartarse. Cada grupo se dirige hacia el lugar que ellos mismos han escogido. Unos han reaccionado con compasión ante los necesitados; los otros han vivido indiferentes a su sufrimiento. Lo que va a decidir su suerte no es su religión ni su piedad, ni las veces que han ido a misa, ni las horas que han estado sentados rezando o escuchando los interminables discursos del camino. No han actuado por motivos religiosos. Sencillamente, unos han vivido movidos por la compasión, otros no, unos no han hecho caso a las doctrinas sectarias y discriminatorias que se están haciendo actualmente en el camino, y otros si. En la parábola se habla de seis situaciones de necesidades básicas. No son casos irreales, sino situaciones que se conocen en todos los pueblos de todos los tiempos. En todas partes hay hambrientos y sedientos; hay inmigrantes y desnudos; enfermos y encarcelados; homosexuales y drogadictos; Separados y no miembros del Camino Neocatecumenal. No se habla de grandes palabras como «justicia» o «solidaridad», sino de comida, de ropa, de algo de beber, de un techo para resguardarse, de un saludo por la mañana, de un simple hola como estás . No se habla tampoco de «amor» sino de cosa tan concretas como «dar», «acoger», «visitar», «acudir». Lo decisivo no es la teoría, sino la compasión que lleva a ayudar al otro cuando está necesitado. El verdadero progreso, la salvación de la humanidad está en atender a los desgraciados del mundo. Su perdición, por el contrario, en la indiferencia ante el sufrimiento. El mensaje proclamado y vivido por Jesús hasta el final fue este: «Sed compasivos como vuestro Padre del cielo».



Esta es la primera parte, en los próximos días seguiremos con esta maravilla.



2 comentarios:

  1. Si estar, esta muy bien, pero esa compasion de la que se habla, ese amor al prójimo, etc... que se dice que le viene faltando al camino, no se ve en ninguna parte en tantos comentarios que se hacen contra los que estamos en el camino, y no lo digo por ti nemesis, pero tu mismo has podido leer en otro blog como se nos insulta, como se nos veja, etc... con ese amor al projimo, ¿¿que pretenden recibir estos señores?? Opino que si a alguien no le gusta el camino o ha salido perjudicado en cualquier aspecto de su vida, que muestre su desacuerdo, su indignación, pero de verdad, que hay veces, y estaras de acuerdo conmigo, que las formas dejan muchiiiiisimo que desear. No todos los que pertenecemos a una comunidad, de hecho la inmensa mayoria no nos merecemos ese trato.

    Un saludo nemesis

    ResponderEliminar
  2. Estimado Aragorn: Ya veo tu afinidad por el Sr. de los anillos, me alegro por ti, se aprende mucho de ese escritor.

    Efectivamente tienes razón que las formas y como algunos os tratan no son las correctas ni las más adecuadas, pero tambien debes enteder que sin querer (porque yo pienso que es sin querer), cuanto un catequista ha denigrado a una persona, cosa que yo lo he visto a lo largo de tantos y tantos escrutinios que he visto sin motivo ninguno, cuando los padres le han hecho la vida imposible a sus hijos porque no quieren ellos ir al camino (que yo también lo he visto) y tanto y tatas cosas que no vale la pena ahora nombrarlas, sin querer producen una ira que no pueden expresarla en otro sitio, por eso aunque no me guste muchas veces le digo a Exkiko que los deje que fogen por lo menos ahí.

    Y a partir de esto es cuando hay que analizar de donde viene el "pecado", ¿de los jóvenes o los jóvenes son la consecuencia de una mala aplicación de la doctrina de la iglesia por parte del camino ?

    Yo creo que esto se arreglaría haciendo una serie de cambios profundos en el camino, como la duración de los cargos, la forma de realizar los escrutinios, la formación de los catequistas (que dejan mucho que desear), etc, y eso es lo que yo busco, que el camino vuelva al principio como era y no como desde hace 6 años aprox. se ha vuelto.

    Bueno ya hablamos en otro sitio.

    Venga que Dios te bendiga, y ánimo recuerda que Dios te quiere como eres y no como quiere que seas tu catequista....

    P.D. si deseas salirte siempre tienes una mano amiga aquí.

    ResponderEliminar